sábado, 21 de septiembre de 2013

¿Qué esto? ¿Lo puedo llorar?



     Estar o no estar hormonal, esa es la cuestión. ¿Por qué culpar a las pobres hormonas de nuestra erupción de problemas? La mujer cuando que nace, sabe que desde la pubertad, su respuesta a todo va a estar resumida en esa palabra. Pero ¿Por qué? ¿Acaso no somos lo suficientemente valientes para afrontar eso que se oculta en lo más recóndito de nuestro ser, que decidimos poner un cartel gigante, como un "Prohibido el pedido de explicaciones, hormonas trabajando"? Cierto o no, estas amiguitas que aparecen cada tanto, lo único que hacen es afinarnos los sentidos un poco, para liberar agua, gritos, platos, puteadas, balas, y lo que sea que pueda lastimar a otro o a nosotras. 
     Esa eterna confusión de lo amo, pero lo odio, pero me hace reír, pero qué linda se vería una cachetada en su cara, se potencia y  ¡BUM! Estamos ahí, metidas hasta el cuello, llorando como esquizofrénicas porque alguna palabra de nuestro discurso, que se oía genial en nuestra cabeza y completamente cierta ante nuestro juicio, al parecer fue un poco dura y, por ende, mal recibida.  Te amo, pero te odio ¿Qué es lo difícil de entender?
      Quizás lo complejo de este estado tan crítico es el dolor que se nos genera en el medio del pecho, como gritos que quieren salir y se empujan entre ellos, porque la puerta es muy chiquita, y cuando sale se lleva puesto todo lo que encuentra e incluso a nosotras, que estamos ahí sin comprender si esas ganas de acuchillar enamorados e infelices cantando a las 7 a.m va a continuar toda nuestra vida o mañana vamos a tener un poco más de paciencia. Porque no es que esas cosas no nos molestan, el problema es que con una hormona fuera de línea, salimos con armadas a la calle para combatirlos.
     De repente estás ahí, sentada en la cama, totalmente transformada en Marimar, llorando exageradamente, porque el mundo no te entiende, porque la gente es una mierda destructiva y porque ni tu gata se acerca a ver qué pasa. Pero el mundo sigue siendo el mismo de ayer, la gente también y la gata quizás esté comiendo... ¿Entonces? ¿Conclusiones? Ninguna, pero sí un buen consejo: 

Fernet, chocolate y una medida de televisión. 

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