sábado, 19 de julio de 2014

Yo no fui

     Una vez lo sentí tan mío, que tuve miedo a perderlo. Miedo a que me lo roben, a que me lo saquen de las manos. Un miedo parecido al que aparece cuando compras un celular nuevo y tenes que contestar un llamado en el Subte B (hora pico). Tuve que protegerlo, alejarlo de la luz. Ponerle una etiqueta para que no lo toquen. 
     Y no, la inseguridad no era sólo mía.También era suya, por haber ido y venido dejándome una duda: "¿Volverá a irse?" Culpa del universo que anda por ahí regalando finales felices a cualquiera, pero sin avisar a quien le toca ¡Qué detalle!


Una vez lo sentí tan mío que cuando se fue, me rompí. 

Sigo culpando al universo. 

domingo, 12 de enero de 2014

Ya no más

     La ropa tendida en el piso y un vacío que me partía en dos. Esas eran las novedades del día.
     "Quiero un poco de agua" le dije mientras me cubría con una sábana. Asintió con la cabeza y bajó las escaleras. Era el momento perfecto para juntar mis cosas y no olvidarme nada. No iba a dejar ni una hebilla, de esas que le molestan cuando camina descalzo por su habitación.
     Guardé en mi cartera el perfume y el cepillo que compré para usarlo en su casa... Bueno, el cepillo lo dejé bajo su almohada para que llore y me extrañe cuando recapacite. O para que la que venga después de mi tenga algún fantasma que la visite de vez en cuando.
     "¿Le pongo hielo?" Sí, le dije, "remoja tu corazón dentro del agua" pensé.
     Dos pisos más arriba estaba yo, guardando hasta ese peluche que le compré para algún aniversario. Ya saben, de esos que cuidamos como bebés hasta que en la primera pelea se los damos al perro para que juegue un rato. En su lugar dejé un papel que decía "¿Con amor alcanza?". Pregunta que no nos dejaba dormir y que me rompía el alma como si estuviera en una licuadora.
     Lo escuché acercarse. Arrastraba sus pies subiendo las escaleras, como si no tuviera ganas de verme. Como si el amor le hubiera durado lo que estuvo dentro mío, cosa habitual en él. Para cuando por fin llegó, ya estaba vestida, sólo faltaban mis zapatos. No quise esperarlo lista y con la cartera puesta. Nunca fue mi estilo tener sexo y salir huyendo como un ladrón. Esta vez yo había sido robada.
     Me senté en la cama y lo miré. No dije nada. Abroché mis sandalias negras, y toqué su alfombra. Juro haberme despedido de todo lo que había dentro de esas paredes. "Me voy ¿Sí?", otra vez sólo asintió.
     Bajé sola hasta su puerta. Por primera vez no le dije "te amo" al despedirme, Por primera vez era para siempre. Todo mi amor se iba conmigo y no iba a volver. Ya no más.


Si todo lo que necesitamos es amor ¿Por qué los Beatles no nos dejaron un archivo adjunto con todas las soluciones?

sábado, 21 de septiembre de 2013

¿Qué esto? ¿Lo puedo llorar?



     Estar o no estar hormonal, esa es la cuestión. ¿Por qué culpar a las pobres hormonas de nuestra erupción de problemas? La mujer cuando que nace, sabe que desde la pubertad, su respuesta a todo va a estar resumida en esa palabra. Pero ¿Por qué? ¿Acaso no somos lo suficientemente valientes para afrontar eso que se oculta en lo más recóndito de nuestro ser, que decidimos poner un cartel gigante, como un "Prohibido el pedido de explicaciones, hormonas trabajando"? Cierto o no, estas amiguitas que aparecen cada tanto, lo único que hacen es afinarnos los sentidos un poco, para liberar agua, gritos, platos, puteadas, balas, y lo que sea que pueda lastimar a otro o a nosotras. 
     Esa eterna confusión de lo amo, pero lo odio, pero me hace reír, pero qué linda se vería una cachetada en su cara, se potencia y  ¡BUM! Estamos ahí, metidas hasta el cuello, llorando como esquizofrénicas porque alguna palabra de nuestro discurso, que se oía genial en nuestra cabeza y completamente cierta ante nuestro juicio, al parecer fue un poco dura y, por ende, mal recibida.  Te amo, pero te odio ¿Qué es lo difícil de entender?
      Quizás lo complejo de este estado tan crítico es el dolor que se nos genera en el medio del pecho, como gritos que quieren salir y se empujan entre ellos, porque la puerta es muy chiquita, y cuando sale se lleva puesto todo lo que encuentra e incluso a nosotras, que estamos ahí sin comprender si esas ganas de acuchillar enamorados e infelices cantando a las 7 a.m va a continuar toda nuestra vida o mañana vamos a tener un poco más de paciencia. Porque no es que esas cosas no nos molestan, el problema es que con una hormona fuera de línea, salimos con armadas a la calle para combatirlos.
     De repente estás ahí, sentada en la cama, totalmente transformada en Marimar, llorando exageradamente, porque el mundo no te entiende, porque la gente es una mierda destructiva y porque ni tu gata se acerca a ver qué pasa. Pero el mundo sigue siendo el mismo de ayer, la gente también y la gata quizás esté comiendo... ¿Entonces? ¿Conclusiones? Ninguna, pero sí un buen consejo: 

Fernet, chocolate y una medida de televisión. 

domingo, 24 de marzo de 2013

Sin cordura

     Bianca emprendía el viaje de regreso a casa. Cargaba en su hombro todo el peso del mundo amontonado dentro de su cartera, (última colección otoño invierno). La compró para aliviar el dolor en una de esas tardes  de terapia shopping, de esas que dejan agujeros de bala en su tarjeta de crédito y hacen sufrir al recibo de sueldo, que aún no llega.
     Su vestido negro, también nuevo, dejaba ver los huesos de su espalda, que le habían costado semanas de hambre y cuentas que pagar. Estaba lista para que el Diablo se la lleve de esa esquina oscura, pero a menos que Lucifer se manejara con la línea 75 a Lanús, eso no pasaría. Estaba decidida a salir victoriosa de esa noche sin sentido que se había forzado a pasar en uno de sus intentos por ser espontánea y divertida.
      La contradicción y las tarjetas de crédito, eran los mejores amigos de Bianca. Forzarse a ser espontánea  y tarjetear hasta tener que dejar de comer para pagar sus cuentas era su vida, eran sus 7 días de la semana desde aquel abril en que decidió mudarse sola.
     La ceniza de su cigarrillo se perdía en el viento y la ley de prender uno para que el colectivo aparezca por arte de magia a la vuelta de la esquina, se había consumido en el fin de la primer cajetilla.


     "No sé qué vendrá primero: el cáncer del pulmón, el colectivo, el resumen de la Visa o la cordura.... Cualquiera menos la cordura".




     

      

sábado, 2 de marzo de 2013

Heme aquí

Y arrodillada ante su Dios, rezó.

     Padre, heme aquí abandonada, sin tus alas para abrazarme, esas que no siento hace tiempo. Heme aquí sin tu mano para tomar, sin milagros y sin tu calor ¿Se te han enfriado las manos, Dios? O seré yo la que, congelada en este eterno invierno, ya no percibe ni las chispas de un incendio.
     Dame una respuesta, señor, cura mis rodillas lastimadas de tanto caer, sacia mis muñecas sedientas de dolor, cose las heridas que alguna vez sanaste con fe. Oh, padre, devuélveme la esperanza que, cuando niña, me fue arrebatada.
     Y con las manos llenas de lágrimas, me rindo, me dejo ir en rezos sin respuestas. Me dejo ir a otro lugar. Me dejo ir. Huyo a mi pasado y bebo el veneno que me prohibí el día que tomé tu mano, rozo el pecado una vez más, señor. Hoy me convierto en una pecadora despechada por tu desamor.


Y parada ante el altar, dejo caer sus lágrimas y se rindió.