Su vestido negro, también nuevo, dejaba ver los huesos de su espalda, que le habían costado semanas de hambre y cuentas que pagar. Estaba lista para que el Diablo se la lleve de esa esquina oscura, pero a menos que Lucifer se manejara con la línea 75 a Lanús, eso no pasaría. Estaba decidida a salir victoriosa de esa noche sin sentido que se había forzado a pasar en uno de sus intentos por ser espontánea y divertida.
La contradicción y las tarjetas de crédito, eran los mejores amigos de Bianca. Forzarse a ser espontánea y tarjetear hasta tener que dejar de comer para pagar sus cuentas era su vida, eran sus 7 días de la semana desde aquel abril en que decidió mudarse sola.
La ceniza de su cigarrillo se perdía en el viento y la ley de prender uno para que el colectivo aparezca por arte de magia a la vuelta de la esquina, se había consumido en el fin de la primer cajetilla.
La contradicción y las tarjetas de crédito, eran los mejores amigos de Bianca. Forzarse a ser espontánea y tarjetear hasta tener que dejar de comer para pagar sus cuentas era su vida, eran sus 7 días de la semana desde aquel abril en que decidió mudarse sola.
La ceniza de su cigarrillo se perdía en el viento y la ley de prender uno para que el colectivo aparezca por arte de magia a la vuelta de la esquina, se había consumido en el fin de la primer cajetilla.
Y la estabilidad emocional haciendo el harlem shake dentro de su cuerpo...
ResponderEliminarTodo menos la cordura, culpa de la paciencia ausente y la excesiva ansiedad.
Mirá cuando aprendamos a contar hasta diez, no nos importe el que dirán y no sigamos ningún cliché de tristeza.
Me gustó y me hizo pensar en "cosas".
CS