sábado, 2 de marzo de 2013

Heme aquí

Y arrodillada ante su Dios, rezó.

     Padre, heme aquí abandonada, sin tus alas para abrazarme, esas que no siento hace tiempo. Heme aquí sin tu mano para tomar, sin milagros y sin tu calor ¿Se te han enfriado las manos, Dios? O seré yo la que, congelada en este eterno invierno, ya no percibe ni las chispas de un incendio.
     Dame una respuesta, señor, cura mis rodillas lastimadas de tanto caer, sacia mis muñecas sedientas de dolor, cose las heridas que alguna vez sanaste con fe. Oh, padre, devuélveme la esperanza que, cuando niña, me fue arrebatada.
     Y con las manos llenas de lágrimas, me rindo, me dejo ir en rezos sin respuestas. Me dejo ir a otro lugar. Me dejo ir. Huyo a mi pasado y bebo el veneno que me prohibí el día que tomé tu mano, rozo el pecado una vez más, señor. Hoy me convierto en una pecadora despechada por tu desamor.


Y parada ante el altar, dejo caer sus lágrimas y se rindió.

1 comentario:

  1. Que hermosa manera de escribir, esa es mi ex compañera de secundaria

    ResponderEliminar