martes, 4 de septiembre de 2012

Pastillitas mágicas

     El cuadro, que le daba vida a las paredes blancas, reflejaba la luz que entraba por la ventana. Una rosa se ahogaba en un vaso que simulaba ser un precioso florero. En medio de la habitación una cama. Y allí estaba ella, durmiendo. Era la primera vez en meses que había podido conciliar el sueño sin ayuda de ninguna pastilla mágica, como ella las llamaba. Pastillitas mágicas para todo: sonreír, comer, respirar... pero nunca para escapar. La magia no era tan efectiva.
     Ninguna enfermera quiso entrar a la habitación, su sueño tan perfecto era toda una celebración. Cada tanto, su médico se acercaba a la puerta, la observaba dormir y sonreía. Sus ojos se llenaban de ternura al verla moverse dormida, seguramente soñando con la libertad que no tiene, la libertad que él quisiera darle. Pero sus fantasías de enamorado tendrían que esperar. La niña todavía era débil.
     Sus pequeñas manos sostenían su libro preferido de cuentos, se había quedado dormida leyendo sobre héroes y dragones. Su sueño era ser una una princesa, perfecta, frágil y hermosa. Pero, como siempre repetía, le tocaba ser el dragón, horrible, encerrado... con alas rotas y cadenas en los pies.
     Lo que no sabía, es que sobre esa cama, ella era la princesa y su hospital el palacio.



Se había convertido en La Bella Durmiente, esperando a su príncipe de ambo blanco y pastillitas mágicas 




                                

4 comentarios:

  1. Perfecto relato de un amor de transferencia.
    Hermosa manera de describir la escena. Siempre que imagino lo que escribís, siento no perderme ningún detalle.
    Tus asociaciones y comparaciones son únicas.
    Me encanta leerte.
    Besos.
    CS.

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  2. A mí también me encantó. Me atrapan las cosas que escribís.

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